Si me sitúo en el centro de la línea
o un poco más abajo, ya cayendo
al hueco donde van disminuyendo
los ojos con la mano y las rodillas
si caigo y no caigo todavía
al precipicio que se está ya abriendo
aunque no quiero verlo, ya estoy viendo
que es sólo un resbalarse en geometría.
O si me suelto, cómo, tan atada
en tanta circunstancia ya metida.
Y olvidándome ya como olvidada
poco importan las reglas de la línea
ni dónde ni en qué punto exacto estoy situada
respecto al ojo abierto de la vida.
(7 agosto 1992)
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